Cristina Vaquero es psicóloga y trabaja en el Proyecto Conviviendo Madrid desde diciembre de 2021 para favorecer la resolución positiva de conflictos en familias que viven situaciones de violencia filio-parental.
En esta entrevista, Cristina nos explica qué es el recurso y cómo se trabaja con jóvenes y familias.
El Proyecto Conviviendo es un recurso de prevención e intervención socioeducativa, que trabaja en situaciones de violencia filio-parental. Por un lado, trabajamos a nivel de prevención y sensibilización, con el fin de visibilizar este tipo de violencia, y que los NNA y las familias aprendan a identificar qué es violencia y sus consecuencias, y a resolver los conflictos de manera positiva. Por otro lado, trabajamos en intervención directa con familias en las que ya existen problemas de convivencia, de comunicación, y de asunción de normas y límites por parte de los/as adolescentes. Este trabajo se desarrolla incluyendo a todos los miembros de la familia, ya que partimos de la base de que cuando existe un problema en casa, todos son parte de la solución para el mismo. En estos casos, se realiza una valoración del caso, y por qué se ha desarrollado y se mantiene esa violencia filio-parental, y se ajusta la intervención a las necesidades de cada familia. Es importante resaltar que una de las principales características de este proyecto es que no trabajamos en situaciones de medida judicial, sino que la participación de las familias es totalmente voluntaria.
Actualmente llevo 6 meses trabajando en el Proyecto Conviviendo Madrid. Empecé a trabajar en el recurso a mediados de diciembre de 2021.
Mi puesto dentro del proyecto es el de psicóloga. Mis funciones son, por una parte a nivel de sensibilización y prevención, diseñar y llevar a cabo talleres en IES, en medios de comunicación, en AMPAS, etc. Y, por otro lado, a nivel de intervención, junto con mi compañera, realizar una valoración de los casos que acuden al proyecto, intervenir terapéuticamente con los y las adolescentes, con los padres y madres, y también en intervenciones conjuntas. A parte de mis funciones como psicóloga, como responsable de calidad del proyecto también entra dentro de mis funciones revisar que todos los documentos, así como inspecciones, estén actualizados.
A pesar de que en los últimos años se han realizado varias investigaciones acerca de la VFP, no existen datos concluyentes que nos permitan describir un perfil claro sobre menores que ejercen VFP, siendo las investigaciones contradictorias en el análisis de la mayoría de las variables. Sí podemos decir que los datos avalan que existe un mayor número de adolescentes varones que ejercen VFP física, aunque en los casos de VFP verbal y/o emocional la diferencia es mínima entre sexos. Por otro lado, la franja de edad de 12 a 18 años es en la que existe mayor prevalencia de casos de VFP; aunque cabe resaltar que en muchos casos los comportamientos disruptivos comienzan antes, aunque la gravedad es menor, por ello en Conviviendo se trabaja con menores desde los 10 años. Y por último destacar dentro del perfil, que la persona que más suele sufrir esta violencia es la madre.
Con respecto al resto de variables, como por ejemplo la estructura familiar, los estilos educativos, o el nivel socio-económico, tal y como se ha mencionado antes, en los estudios no se han encontrado datos concluyentes. Sin embargo, sí que cabe resaltar, que la dinámica familiar es la base para la mejora del conflicto.
En referencia al perfil psicológico de los/as menores, sí que encontramos algunas características que se repiten con mucha frecuencia. La mayoría presentan un escaso autocontrol, un bajo nivel de resistencia a la frustración, una baja autoestima y un déficit de habilidades sociales. A nivel emocional, suelen tener dificultades para identificar emociones, y también para gestionarlas de forma adecuada, tendiendo a sufrir un elevado malestar e inestabilidad emocional. En general también poseen pocas herramientas a la hora de resolver los conflictos y defienden la violencia como el método óptimo y legítimo, así como una baja empatía. Además, cabe destacar que otra característica muy presente es un locus de control externo, es decir atribuyen la responsabilidad de sus actos a los demás, lo cual en muchos casos también se une a un perfil victimista, y a una escasa introspección. Por último, en algunas ocasiones, también está presente el consumo de tóxicos o el uso excesivo de las nuevas tecnologías, lo cual suele incrementar el problema.
Bajo nuestro prisma, algo que es fundamental a la hora de trabajar con estos chicos y chicas, es generar un buen vínculo terapéutico basado en la confianza. Recordad que la participación en nuestro proyecto es voluntaria, por lo que generar vínculo es la base para poder reducir las resistencias que puedan existir a la intervención, y que sean más receptivos para poder trabajar en su situación. Otra de los ejes fundamentales, es realizar una buena valoración del caso, saber por qué se ha generado esa situación y por qué se mantienen esas conductas. Una vez generado el vínculo, y realizada la evaluación, se trabaja tanto con los padres y madres, como con los y las adolescentes, de manera individual y grupal, ajustando la intervención a sus necesidades. En la mayor parte de casos, es necesario empezar trabajando con los y las menores su responsabilidad en el conflicto, ya que como hemos comentado anteriormente tienden a culpar o responsabilizar a los padres y madres de sus conductas. Una vez asumida su responsabilidad, se trabaja con ellos y ellas la de aceptación de las normas, entendiendo que existen normas en todos los contextos de nuestra vida y estas son positivas y necesarias. Posteriormente, se trabaja con ellos/as la resolución positiva de conflictos o problemas, y los pensamientos irracionales, así como el resto de necesidades detectadas en la valoración.
En mi día a día intento trabajar siempre favoreciendo un buen clima, no solo con las familias, sino en el entorno laboral, y cabe destacar que también es el principio por el que se rigen mis compañeros/as. Intento trabajar creando siempre un espacio seguro, de confianza y de reflexión.
Cuando comencé la carrera de psicología, empecé pensando en dedicarme a la psicología clínica, supongo que como casi todos/as. Pero en cuanto cursé las primeras asignaturas de psicología de la educación e infancia y adolescencia, tuve claro que quería trabajar con menores. De todos los colectivos en riesgo que sufren discriminación, abusos y/o maltratos, siempre he pensado que el más vulnerable, y por tanto el que menos posibilidades de defenderse tiene, es la infancia. Además, aunque muchas veces lo olvidamos, los/as niños/as y jóvenes de hoy son los que van a cambiar el futuro de mañana, por ello mi pregunta sería ¿lo disparatado no sería NO interesarse por proteger y educar a nuestros/as menores? Creo que nuestros conocimientos y habilidades tienen que servir para ayudar a quién más lo necesita, y para en la medida de lo posible intentar construir un mundo un poco mejor. Yo creo y defiendo un acceso gratuito a la psicología, especialmente para los/as jóvenes, los cuales como dice el lema de la fundación, “tienen problemas, pero no son el problema”, y por desgracia, a día de hoy, ese acceso solo lo tienen a través del ámbito social.
A nivel personal y laboral, el Proyecto Conviviendo es un reto y una gratificación diaria. No podría quedarme con una experiencia concreta, porque en general las familias siempre se muestran inmensamente agradecidas de nuestro trabajo. Muchas familias se sienten agradecidas solo de que las escuches, recuerdo una vez que una madre me dijo “gracias, porque es la primera vez que siento que me escuchan y me comprenden, sin juzgarme”. Sentir que aquí tienen un espacio donde se pueden sentir seguros, escuchados y comprendidos, para mi es inmensamente gratificante. Obviamente, todas nos sentimos bien y gratificadas cuando vemos que las situaciones de muchas familias mejoran, pero no debemos olvidar que ahí el mérito es totalmente suyo, nosotras solo les acompañamos en el camino.
En mi trabajo diario intento transmitir los mismos valores que rigen mi vida. En primer lugar, el valor que considero fundamental, es el respeto, y con respecto no solo me refiero a tratar de forma educada a los demás que es algo que ya doy por hecho, sino que para mi el respeto da un paso más allá, es reconocer a los/as demás como personas, como iguales, intentando comprenderlos, y teniendo en cuenta sus derechos y necesidades. Este valor, para mi se ve complementado con otro valor muy importante: la tolerancia; admitir y respetar, sin juzgar, que otras personas pueden tener opiniones, ideas, creencias o actitudes diferentes a las propias. Y, el tercer valor que intento transmitir en mi vida, y que para mi es muy importante, es la lealtad, la cual incluye fidelidad y compromiso a las cosas que hago, y a la gente que me rodea.
Trabajar en la Fundación Amigó para mi significa estar en un lugar donde todo el mundo es aceptado, respetado y valorado. Es trabajar en un lugar donde compañeros y superiores son capaces de verte más allá de lo profesional, te ven como persona, y eso lo demuestran a la hora de tratarte y relacionarse contigo; siempre están dispuestos a enseñarte y ayudarte cuando lo necesitas. Y, sobre todo, es trabajar en una Fundación que siento que comparte conmigo no solo los valores que rigen la intervención terapéutica, sino como he dicho antes, los valores personales.